//Presión psicológica sobre profesores

Presión psicológica sobre profesores

La experiencia indica que la carga emocional del trabajo de un profesor es compleja y difícil de sobrellevar en el tiempo. Los profesores son unos pocos adultos en una isla llena de niños y jóvenes. El ambiente es ruidoso, agitado, caprichoso, impulsivo y hormonal.

por Marcelo Lewkow / 14 noviembre 2018

Imaginamos que un buen piloto de una aerolínea debe ser de pocas y claras palabras, obsesivo y perfeccionista, de mente fría y racional, incluso -y sobre todo- en momentos de alta tensión, donde está en juego la vida propia y la de un grupo de seres humanos a su cargo.

También podemos intuir que un buen político debe tener fantasías narcisistas del porte de una catedral para poder mantener la calma, la sonrisa vendedora, la palabra justa y segura, o tan siquiera la pretensión de demostrar que sabe qué es lo correcto contra un ambiente desfavorable dominado por la animadversión del adversario o, el peor de los escenarios, la indiferencia del público.

Un deportista de elite, suponemos, debe poseer cualidades que hagan que en el momento de máximo cansancio, cuando el cerebro se nubla y las piernas fallan, emerja el instinto de supervivencia y produzca el esfuerzo final que lo lleve a la victoria.

Cada profesión tiene su demanda emocional, su estructura de personalidad más adecuada. Feliz de aquel que trabaja en aquello para lo que su estructura de personalidad esta mejor adaptada.

¿Qué pasa en el caso de los profesores? La experiencia indica que la carga emocional del trabajo de un profesor es compleja y difícil de sobrellevar en el tiempo. Los profesores son unos pocos adultos en una isla llena de niños y jóvenes. El ambiente es ruidoso, agitado, caprichoso, impulsivo y hormonal.

Los profesores pasan todo el día tratando de contener, entretener, obligar, ordenar y, cuando corresponde, reprender a grupos grandes de niños. Pasan todo el día hablando y más de alguna vez elevando el tono de voz para imponerse a un griterío. Tienen su tarea pautada hasta el mínimo detalle por horarios, currículums, directivos y evaluaciones externas. Y dependiendo del nivel en que trabajen, hay algunas situaciones estresantes específicas.

La parvularias son madres de tiempo completo. Los profesores de básica tienen que acometer el difícil arte de acostumbrar a los niños a que no todo es juego. Los profesores de educación media tienen que tratar permanentemente con adolescentes (¡imagínese!).

Sumado a lo anterior, los profesores tienen la autoestima por el suelo, porque no parecen estar cumpliendo con la tarea que la sociedad les encarga y su profesión es socialmente desvalorizada. Demás está decir que comparten las penurias económicas de la gran mayoría de la población del país, estando endeudados, no pudiendo tener lo que quieren tener, y quizá, no pudiendo darles un futuro mejor a sus hijos.

Freud, hace muchos años, ya había dicho que gobernar, sanar, pero sobre todo educar, eran tareas imposibles. Habida cuenta de la compleja realidad emocional que un profesor debe enfrentar cotidianamente, ¿cuál estructura de personalidad piensa usted que será la mejor para ser profesor?

La próxima vez que hable del tema, y antes de exigir soluciones y culpar a los profesores y a la educación por todos los problemas del país, dedíquese un segundo a comparar las circunstancias emocionales en que usted se desempeña todos los días con las que describimos en este artículo. Imagínese usted en esa situación, y si no se abruma, le aceptaremos que con compasión, empatía, serenidad y con respeto por las duras condiciones en que se desempeña un profesor, trate de aportar a la solución con alguna idea original.

Si nada de eso es posible, quizás la mejor opinión sea el silencio y el agradecimiento para con el esfuerzo de quien, a pesar de todo lo descrito, trata de educar a nuestros hijos lo mejor posible. Así por lo menos usted no será un peso más en la desgastante presión psicológica que se ejerce sobre los profesores.

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